Las respuestas de la naturaleza
Por Mariana Matija
No quiero escribir sobre la reconquista de la naturaleza, porque no creo que sea algo que haya sucedido, que esté sucediendo o que vaya a suceder. La naturaleza no ha reconquistado nada: reconquistar implica que se conquistó algo antes, se perdió y se volvió a ganar, y la naturaleza —en toda su plena definición, que nos incluye a las personas y también a cientos de miles de millones de otros seres, y a muchas cosas a las que no les decimos seres pero igual son esenciales para la vida, como la tierra, el aire o el agua— no ha “conquistado” nada nunca. Ese no parece haber sido jamás su objetivo ni su método. Y si no ha conquistado nada entonces no lo ha perdido, y si no lo ha perdido no lo puede reconquistar.
Conquistar es, en su primera acepción y según un diccionario que se considera importante para nuestro idioma, “ganar, mediante operación de guerra, un territorio, población, posición”. Y yo no veo que la naturaleza haya ganado algo mediante una operación de guerra, porque la guerra, ganar y perder son ideas que inventamos nosotros, los humanos, y aunque nosotros somos parte de la naturaleza, no somos la naturaleza entera.
La naturaleza es, según ese mismo diccionario y en su segunda acepción, el conjunto de todo lo que existe. Todo. Si la naturaleza es todo, y ese todo nos incluye, entonces no existe un ganar y perder entre ella y nosotros , porque no hay un nosotros separado de ella. No hay nada que ganar o qué perder. Sin embargo, no quiero afirmar que la naturaleza no ha perdido nada, porque me parecería un atrevimiento.
La naturaleza es todo lo que existe y eso es demasiado grande para que pueda comprenderlo. Mis sentidos son limitados, mi cuerpo, mi cerebro y mi existencia también, y la parte de la naturaleza que yo experimento no es el conjunto de todo lo que existe, sino un subconjunto particular que corresponde a un planeta en particular, que resulta ser el único, de todos los que la humanidad ha explorado de cerca o de lejos, que hasta ahora se ha encontrado que sea capaz de generar y sostener vida. La naturaleza que me interesa a mí —sin pretender negar la otra, esencial para la existencia de esta— es esa: la que sucede en la Tierra, y la que se caracteriza por estar viva o por permitir y sostener la vida. Así que, de ahora en adelante, cuando hable de naturaleza estaré hablando de esta minúscula porción, pedacito esferoide del universo repleto de vida: la Tierra.
Esta naturaleza sí ha perdido mucho. Ha perdido diversidad y ha perdido riqueza, porque una de sus partes —nosotros— decidió en algún momento conquistarla, o sea, según esa primera acepción, “ganar, mediante operación de guerra, un territorio, población, posición”.
Habrá quienes afirmen que la naturaleza misma se caracteriza por la competencia y el combate, y por lo tanto por la conquista; pero dicha afirmación se deriva de un sesgo en la observación: la vida se construye a sí misma, su objetivo es seguir haciéndose posible, y eso, como lo expresó hace muchos años la bióloga Lynn Margulis, no lo ha logrado a través del combate sino de la colaboración.
Algunos humanos, parte de la naturaleza, inventaron un sistema basado en ese sesgo y nos han convencido de que el combate es el único camino posible. No solo eso, nos han dicho literalmente (y muchos lo han creído) que a la naturaleza hay que torturarla para exprimirle sus secretos. Así que la hemos torturado. O nos hemos quedado quietos mientras otros la torturan, que viene a ser más o menos lo mismo.
Estamos tan acostumbrados a pensar en términos de combate, de ganar y perder, que imaginamos que en eso está basada la naturaleza de la que somos parte. Nos cuesta imaginar cualquier otra cosa. Mucho de lo que percibimos como una “ganancia” para nosotros viene con una verdadera pérdida para la naturaleza (que nos incluye). Es una pérdida que no existe en contraste con una ganancia porque, en una naturaleza que pierde, nosotros por definición perdemos también. Y mucho de lo que sabemos que podría constituir una “ganancia” para la naturaleza lo tomamos como una pérdida para nosotros, como si fuéramos independientes de ella, enfrentados a ella, como si estuviéramos en combate.
Nuestro combate con la naturaleza de la que somos parte —que no por ser imaginario tiene consecuencias menos reales— nos puso en una situación que evidencia nuestra vulnerabilidad: la vida nos trajo un virus, que no es algo nuevo… pero nuestro sistema basado en ese sesgo de observación lo ha convertido en una pandemia. No es una guerra, no es un combate. Es la vida construyéndose a sí misma. Son virus colaborando con otros animales, a través de los cuales la vida está tratando de seguir haciéndose posible, adaptándose a un planeta que ha cambiado debido a la obsesión con la conquista —en su primera acepción— de una sola especie que no se ha sabido entender como parte y con frecuencia parece creerse que está por encima del todo.
Y entonces, para sobrevivir —porque somos también la naturaleza y la vida tratando de seguir haciéndose posible— nos encerramos. Y en algunas partes, por momentos fugaces, parece que el resto de la naturaleza explora espacios que le han sido arrebatados. No los reconquista, porque nunca los los perdió: ella siempre ha estado ahí, entre los muros, en las aguas canalizadas y podridas del río, debajo del pavimento, siendo torturada por una parte de sí misma que quiere exprimirle secretos.
Sí quiero escribir sobre la reconquista de la naturaleza, pero ignorando esa primera acepción. Me quiero saltar la segunda y la tercera, y llegar directo a la cuarta, que dice que conquistar es “lograr el amor de alguien”. Quiero pensar también en las raíces de esa palabra, porque las raíces entran en la tierra y sostienen la vida en medio de la oscuridad.
Pero no quiero quedarme con lo primero, ni lo segundo, sino saltar a la raíz de la raíz (o a un micelio): los componentes léxicos de la palabra “conquistar” son el prefijo con- (todo, junto) y quaerere (buscar, requerir, preguntar). Quiero pensar en una reconquista de la naturaleza, en la que entendiendo la importancia de todo junto aprendemos a buscar, requerir y preguntar. A preguntarle a la naturaleza, y así descubrir que no hace falta torturarla para exprimirle secretos. A abrir los sentidos para recibir las respuestas, que están derramándose a nuestro alrededor y dentro de nosotros constantemente. A dejar que nos conquiste, según la cuarta acepción, logrando nuestro amor, que es la única manera en la que podemos ser como la naturaleza de la que somos parte, haciéndonos posibles a nosotros mismos.
Fuentes:
- https://dle.rae.es/conquistar
- http://etimologias.dechile.net/?conquistar
________________
Cualquiera en el que me sienta tranquila, sola y/o en buena compañía
¿Cuál es tu planta favorita?
En general los helechos. En particular, el cilantrillo.
¿Si fueras un animal cuál serías?
Me gustaría ser un narval. O una gata casera bien cuidada
Si pudieras escoger un lugar para pasar la próxima pandemia ¿cuál sería y qué llevarías en un kit de emergencia -máximo 3 infaltables-?
Una cabaña en alguna montaña. Los tres infaltables serían: Kindle con muchos libros, cuaderno y lápiz (asumiendo que lo básico está cubierto. Si no mi kit de emergencia sería: comida, más comida y cobijas)
¿Cuál es tu canción pandémica?
Seabird de Lispector. (es un cover de una canción de Alessi Brothers)